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La movilidad sostenible es también una cuestión de género

21/11/2016

Decir a estas alturas que la mujer contamina menos que el hombre no es ninguna novedad. La mayoría de las encuestas establecen que el perfil de usuario de transporte público es femenino y, tanto los datos del INE como los censos de conductores de la DGT demuestran que hay muchos más varones que mujeres al volante. La pregunta es, ¿son más ecológicas las mujeres porque quieren o porque no les ha quedado más remedio?



No han cambiado tanto las cosas desde los tiempos de sor Citroën. En 1967 se estrenaba la película que marcaría a una generación entera y que mostraba como algo insólito, singular, inédito el hecho de que una monja se atreviera a conducir un utilitario. Algunos creerán que España ha cambiado mucho desde entonces y que, ahora, la incorporación de la mujer al mundo de las cuatro ruedas es total. Pero no se equivoquen. Las estadísticas afirman lo contrario.
 
Tanto los datos del INE como los censos de conductores de la DGT demuestran que hay muchos más varones que mujeres al volante. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, el 57% de las personas que cada año obtienen un carnet de conducir son hombres, mientras que el 43% restante lo representan las mujeres. En Cataluña, la situación no difiere y, en el resto de comunidades autónomas, los datos tampoco varían (60%-40% en Castilla y León, 59%-41% en Andalucía, etc).
 
El menor acceso de las mujeres al vehículo privado tiene diversas lecturas o consecuencias: Una de ellas, en clave ambiental, es que la mujer es más sostenible y contamina menos. A falta de coche, usa más el transporte público y hace más desplazamientos a pie. Es lo que ahora se llama smart mobility. "Las mujeres son todavía mucho más dadas a desplazarse a pie o en transporte público, y a utilizar menos el coche", afirma Cristina Contreras, educadora ambiental y militante de Ecologistas en Acción. "Incluso cuando cogen el coche, las mujeres son más sostenibles, porque tienden a aprovechar un mismo trayecto para realizar diferentes tareas", argumenta.
 
Una segunda lectura, en clave social, atiende a una cuestión de discriminación sexista: "El uso del vehículo privado se ha masculinizado”, afirma Manel Ferri, técnico de la Diputación de Barcelona, experto en movilidad y ponente en la sesión técnica Hacia un mix de movilidad. Reducción del vehículo privado de Conama 2016 en la que analizará los costes ambientales, económicos y sociales de la movilidad en nuestras ciudades. "Es importante considerar un factor cultural que hace que un hombre mayor de 40 años que no tenga vehículo privado no cuente con cierto estatus social”, defiende Ferri.
 
“Esto nos da una idea de la diferencia en los roles sociales”, continúa el experto.  “Tradicionalmente", prosigue "las mujeres se han encargado de las tareas relacionadas con el cuidado, como hacer la compra, llevar y recoger a los niños del colegio o atender a familiares dependientes, que requieren unos tipos de desplazamiento más de cercanía y, por tanto, podrán hacerse en trayectos más cortos y menos frecuentes".
 
Diferentes estudios también sugieren que las diferencias entre la movilidad masculina y la femenina son el reflejo de una sociedad patriarcal que ha repartido las tareas domésticas en función del sexo y ha organizado el espacio urbano principalmente atendiendo a las necesidades de los hombres.
 
Como consecuencia de una tendencia cada vez mayor de segregar el territorio y de diseñar las infraestructuras en función del vehículo privado, se ha intensificado la brecha laboral entre hombres y mujeres, pues éstas tienen un menor acceso al coche particular y, por tanto, menor acceso al trabajo.
 
Según explica Ferri, muchas de las fábricas o centros de trabajo se encuentran en polígonos industriales y otras zonas alejadas de los pueblos, a las que sólo se puede llegar en coche. En estos municipios, han emergido multitud de peluquerías y tiendas "de barrio", porque las mujeres no han podido acceder a los puestos de trabajo en las fábricas y se han visto relegadas a modelos de negocio concentrados en el ámbito local. En este sentido, la carencia de carnet de conducir y de vehículo han limitado las oportunidades laborales de las mujeres y han reducido su espectro a sectores muy concretos.
 
Por tanto, favorecer el uso del coche privado repercute negativamente sobre el medio ambiente y, además, entorpece la igualdad de género. Así concluye Cristina Contreras su estudio Movilidad y género: la expresión de los valores patriarcales en la construcción de la ciudad, en el que sostiene que "una movilidad sostenible debe considerarse desde la ecología para frenar y evitar la degradación ambiental que estamos causando, y también desde la perspectiva de género para permitir igualdad de oportunidades en el uso del espacio público. Además, lo uno sin lo otro está incompleto, es inútil y no supone un cambio real".